Ruido y calidad de vida

viernes, 10 de abril de 2009 ·



Ruido y calidad de vida
http://badge.facebook.com/badge/1341071920.95.1942826514.pngLa bonanza económica ha facilitado a amplios sectores del pueblo español el acceso a unos niveles avanzados de calidad de vida: nos hemos subido en coche; es frecuente disfrutar de doble vivienda; el acceso a la universidad se ha generalizado; tenemos muy fácil la información; la cifra invertida en alimentación tiene cada vez menos peso en la economía doméstica; etc. Las señas de modernidad son inequívocas.


Sin embargo, otras metas que considero fundamentales, está muy lejos de gozar de un interés generalizado. Me refiero al ruido, esa energía que se desplaza en los medios elásticos, y que captamos por el oído. Son vibraciones del aire que transmiten un movimiento al tímpano y que el oído interno acomoda para que pueda ser recibido por el hombre como algo inteligible o no. El pueblo español sigue siendo muy ruidoso, y no aprecio ningún signo de cambio, por más que oteo el horizonte.


Recientemente, en una cena de amigos con motivo de la Navidad, acudimos a un restaurante que merecería una buena puntuación en cualquier guía gastronómica, si juzgásemos por los platos y el servicio, pero que no lograría el aprobado desde el punto de vista acústico. A los pocos minutos de sentarnos, y antes de probar cualquier bebida, resultaba imposible mantener una conversación con el vecino, salvo que uno se empeñase, lo que procurábamos hacer los presentes, para cumplir el objetivo que nos había reunido. Nuestras voces, cada vez más fuertes, eran reflejadas una y otra vez por los elementos que decoraban el local: muchos cristales y mucha escayola, quizá los menos adecuados para este tipo de local. Los sonidos originales se veían alterados de modo permanente por los rebotes de frases anteriores. Ensayamos hablar más bajo, reunir las conversaciones y también callarnos. La velada concluyó por agotamiento. 


Nadie comentó lo más sencillo: que el comedor no estaba preparado para su propio fin. Lo hubieran comentado de la calefacción, de la luz y de mil cosas más, pero la cultura española no sabe que las paredes de un local de reunión deben absorber un porcentaje importante de la energía sonora que les llega y devolver la menos posible al ambiente. Por eso se revisten, se deben revestir, los techos y las paredes de materiales absorbentes. Materiales que recogen un ruido basura que nadie desea. Cuando esto sucede, es decir, cuando el local está bien acondicionado, la conversación se puede mantener en un susurro.


Recuerdo una vieja anécdota sobre un Rols Roice. Su dueño se quejaba de que en el interior se percibía un ruido monótono. Se trataba del tic-tac del reloj. Describía de ese modo que el aislamiento estaba conseguido. Efectivamente así es: el aislamiento en los coches está conseguido. Con los modernos climatizadores se pueden hacer grandes distancias sin necesidad de abrir las ventanillas y mantener una conversación con buenos niveles de satisfacción.


Pero el aislamiento es otro problema distinto. En la Norma de Edificación vigente en España se exige que el aislamiento mínimo a un ruido exterior supere los 30 decibelios: se trata de conseguir con las paredes de las fachadas que se reduzca, en esa cifra –30 decibelios-, la intensidad sonora del ruido al penetrar en cualquier local. Esa es la teoría, porque nada más acostarme pude reconocer los magníficos acordes de un “bombero” (uno que tocaba el bombo) que se mantuvo en activo hasta la mañana siguiente. Seguramente mi vivienda debiera tener un mejor aislamiento.


El oído humano tiene capacidad para captar una gama de frecuencias que oscila entre 20 y 20.000 ciclos/segundo, y es más sensible a las altas que a las bajas frecuencias. También aprecia, naturalmente, la intensidad del sonido, que se suele medir, como ya hemos visto, en decibelios. Por ejemplo un nivel sonoro de 100 decibelios es un ruido muy molesto y sólo soportable momentáneamente. Si ese ruido tiene además una frecuencia alta, le vuelve loco al que lo padece en un plazo breve. Eso fue justamente lo que sucedió cuando varios mozalbetes bajo mi ventana pusieron en marcha sus motos y aceleraron, aceleraron y aceleraron, sin terminar de arrancar.


Si a eso se añade lo que tiene que oír uno en casa cuando comenta estos hechos, se puede concluir que los que se dediquen al aislamiento acústico en España tienen por delante todo el trabajo que quieran. 

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