La industria nuclear analiza la dramática experiencia vivida en Japón para que un desastre semejante no se repita (Entrelineas)
Pablo M. Díez
El tsunami de Japón destrozó el mito de la seguridad total en las centrales nucleares y provocó el peor accidente desde Chernóbil. Un año después, los expertos recomiendan reforzar los sistemas eléctricos y los conductos de refrigeración de los reactores para evitar otro desastre. Mientras tanto, el país sobrevive energéticamente con el aporte de las centrales térmicas, ahorro e imaginación.
Aprincipios de este año, solo seguían operativos 3 de los 54 reactores que funcionaban en Japón antes de producirse el accidente de la central de Fukushima I y serán parados antes de que acabe la primavera. Tras la catástrofe del pasado año, todos ellos fueron detenidos para una inspección de seguridad y, debido a las dificultades planteadas por el Gobierno para volver a ponerlos en marcha, es posible que Japón pase otro caluroso verano sin energía atómica.
Además de arrasar la costa nororiental, cobrarse la vida de casi 20.000 personas entre muertos y desaparecidos y golpear la central de Fukushima I, las olas gigantes destruyeron dos mitos: que las plantas atómicas eran seguras, porque estaba todo previsto, y que el archipiélago nipón no podía vivir sin energía nuclear, que antes del siniestro generaba un tercio de la electricidad que se consumía en el país. Su aportación ha sido reemplazada por las centrales térmicas, que en diciembre representaban el 86,1% de la producción eléctrica, gracias al gas natural (46%), carbón (23%) y gasóleo (16%), frente al 7,4% de la energía nuclear.
Como primera consecuencia de esta nueva situación, las importaciones de petróleo de Japón han aumentado desde los 17,4 billones de yenes (158.390 millones de euros) registrados en el 2010 a los 21,8 billones de yenes (198.443 millones de euros) del año pasado. Y la cuenta seguirá subiendo al mismo ritmo que la factura de la luz, ya que Tepco, la eléctrica que gestiona la central de Fukushima, tiene previsto incrementar un 17% la tarifa a sus mayores clientes industriales.
Alternativas para salir del paso. “El desastre de Fukushima ha avivado las energías renovables, sobre todo la solar fotovoltaica por su disminución de los costes y su evolución tecnológica”, observa Ángel Luis Serrano, presidente de la empresa española Isofotón, que abrió el año pasado una oficina comercial en Tokio atraído por los planes del Gobierno nipón para “desarrollar grandes plantas solares, sobre todo en la región afectada”.
Para contrarrestar el efecto Fukushima y prevenir los tan temidos apagones en la luminosa capital japonesa, el consumo eléctrico bajó el año pasado un 5% en julio, un 11,3% en agosto y un 11% en septiembre. Con medidas como sustituir las bombillas del techo por LED, cuya presencia ha pasado del 10% al 70%, el gasto eléctrico se redujo otro 3,7% en enero.
“Como el accidente de Fukushima demostró la vulnerabilidad de una red demasiado centralizada en su generación y transporte de electricidad, gobiernos locales como el de Tokio se han dotado de una planta de gas independiente de Tepco para mantener el metro y otras funciones críticas operativas en caso de emergencia”, detalla Andrew DeWit, profesor de Finanzas Públicas en la Universidad tokiota de Rikkyo, quien cifra en 52.000 millones de yenes (472.986 millones de euros) la inversión de dichas administraciones para potenciar las energías renovables.
“Esta es una buena oportunidad para cambiar la mentalidad consumista y de derroche de electricidad de la sociedad nipona”, se congratula Maki Yamanashi, que ha participado en una manifestación contra la energía nuclear celebrada en Tokio con motivo del primer aniversario del tsunami.
Japón, el único país que ha sufrido las devastadoras consecuencias de dos bombas atómicas, es —o al menos lo era hasta el desastre de Fukushima— uno de los más pronucleares. A pesar de las reticencias generales del público, el programa Átomos para la Paz de Estados Unidos y la influencia del lobby nuclear convencieron a los japoneses en los años cincuenta, sesenta y setenta del pasado siglo de que, debido a la falta de recursos naturales, había que poblar el archipiélago de reactores nucleares para alimentar las fábricas que estaban trayendo el desarrollo y la modernidad tras la Segunda Guerra Mundial.
Leer más: http://www.revistaentrelineas.es/24/entretemas/lecciones-de-fukushima
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