Mil días para cumplir la promesa del Milenio
El compromiso de la ONU demuestra que se puede poner fin a la pobreza extrema
El País, Opinión.BAN KI-MOON 4 ABR 2013 - 00:00 CET
Un viaje de mil kilómetros comienza con el primer paso. A
partir de esta semana podemos avanzar mil días hacia un futuro nuevo. El 5 de
abril el mundo alcanzará un momento decisivo en la iniciativa más grande y
exitosa de la historia en la lucha contra la pobreza: en un plazo de 1.000 días
se cumplirá la fecha prevista para lograr los Objetivos de Desarrollo del
Milenio (ODM). Esos ocho objetivos se fijaron en el año 2000, cuando se
reunieron en Naciones Unidas un número sin precedentes de líderes mundiales que
acordaron reducir a la mitad la pobreza y el hambre en el mundo, luchar contra
el cambio climático y las enfermedades, afrontar el problema del agua insalubre
y el saneamiento, incrementar el acceso a la educación y garantizar mayores
oportunidades a mujeres y niñas. No fue esta la primera vez que se hacían tan
loables promesas. Hubo escépticos que pensaron que los ODM se abandonarían por
ser demasiado ambiciosos. Sin embargo, los Objetivos han contribuido a fijar
prioridades mundiales y nacionales, a promover la adopción de medidas y a
lograr notables resultados. En los últimos 12 años, 600 millones de personas
han salido de la pobreza extrema, lo que supone una reducción del 50%. Un
número sin precedentes de niños asisten a la escuela primaria, y por primera
vez, lo hacen niños y niñas por igual. Se ha reducido la mortalidad materna e
infantil. Gracias a inversiones específicas en la lucha contra la malaria, el
VIH/sida y la tuberculosis, se han salvado millones de vidas. Tan solo en los
últimos seis años, en África se han reducido en un tercio las muertes por sida.
Gracias a inversiones específicas en la lucha contra la
malaria, el VIH/sida y la tuberculosis, se han salvado millones de vidas, sin embargo, hay objetivos en los que aún se
debe avanzar mucho más. Todavía hay demasiadas mujeres que mueren durante el
parto, a pesar de que existen los medios para salvarlas. Aún hoy muchas
comunidades carecen de saneamiento básico, convirtiendo al agua insalubre en
una amenaza mortal. En muchas partes del planeta, tanto ricas como pobres,
aumentan las desigualdades. Todavía hay muchos que siguen quedándose atrás. Para
avanzar en la lucha contra la pobreza, la comunidad internacional debe adoptar
ahora cuatro medidas. En primer lugar, potenciar el éxito mediante inversiones
estratégicas y específicas que tengan un efecto multiplicador y que impulsen
resultados en otros ámbitos: por ejemplo, un millón de trabajadores de salud
comunitaria en África que presten servicios en zonas de difícil acceso y eviten
que las madres y los niños mueran de enfermedades fácilmente prevenibles o
tratables; mayores niveles de inversión en saneamiento; acceso universal a los
servicios primarios de salud, incluida la atención obstétrica de urgencia; y
suministros suficientes para hacer frente al VIH y la malaria. Asegurar la
igualdad de acceso a la educación, la salud, la nutrición y las oportunidades
económicas para las mujeres y las niñas también constituye uno de los
principales factores que impulsan el progreso en todos los Objetivos. En
segundo lugar, prestemos especial atención a los países más pobres y
vulnerables, donde residen unos 1.500 millones de personas. Con frecuencia
afectados por hambrunas, conflictos, mala gobernanza y la violencia del crimen
organizado a gran escala, estos países encuentran dificultades para progresar a
pesar de sus grandes esfuerzos. Muchos de ellos no han alcanzado ni siquiera
uno de los ODM. Al invertir en regiones como el Sahel, el Cuerno de África y
Asia Central, podemos promover un círculo virtuoso de desarrollo económico,
seguridad humana y consolidación de la paz. Los presupuestos no pueden
equilibrarse a expensas de los más pobres y vulnerables. En tercer lugar,
debemos cumplir los compromisos financieros. Los presupuestos no pueden
equilibrarse a expensas de los más pobres y vulnerables. Ello resulta
inaceptable desde el punto de vista ético y no ayuda ni al donante ni al
receptor de la ayuda. Pese a la austeridad que reina en estos tiempos,
numerosos países han dado ejemplo al cumplir sus compromisos. También entre las
economías emergentes están surgiendo nuevos donantes. Hemos de encomiar estos
esfuerzos y alentar a que se realicen más. En cuarto lugar, la fecha clave de
los 1.000 días debería ser una llamada a la acción en pro de un movimiento
global que implique desde Gobiernos a organizaciones de sociedad civil, cuyo
papel ha sido tan decisivo para alcanzar el éxito. También hemos de aprovechar
el poder de la tecnología y de las redes sociales. Se trata de oportunidades
que no existían cuando se formularon los Objetivos. Los ODM han demostrado que
unos objetivos de desarrollo mundial focalizados pueden marcar una profunda
diferencia. Pueden movilizar, unir y motivar. Pueden impulsar la innovación y
cambiar el mundo. El éxito logrado en los próximos 1.000 días no solo mejorará
la vida de millones de personas, sino que supondrá un mayor impulso en la
planificación para la agenda posterior a 2015 y para hacer frente a los
desafíos que plantea el desarrollo sostenible. Aún queda mucho por hacer. Sin
embargo, al tiempo que miramos la próxima generación de objetivos de desarrollo
sostenible, resulta inspirador saber que los ODM han demostrado que, cuando
existe voluntad política, poner fin a la pobreza extrema es alcanzable. Aprovechemos
al máximo los próximos 1.000 días y cumplamos nuestra promesa del Milenio. Ban
Ki-moon es el secretario general de las Naciones Unidas.
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