El canal de Nicaragua
Inicialmente no parece que sea muy buena idea, abrir una línea de 250 km, cuando con 70 km y un poco más al sur, se puede cruzar.
El gobierno nicaragüense ha presentado estos días a un grupo de expertos chinos que serían, en teoría, los encargados de llevar a cabo el proyecto de construcción de un canal interoceánico a través de Nicaragua. Hace un par de meses la Asamblea Nacional nicaragüense dio luz verde a la concesión, aprobada por el gobierno que preside Daniel Ortega, de la construcción de ese canal a un empresario chino. Un proyecto con un costo estimado en 40.000 millones de dólares (unos 30.000 millones de euros) y con un plazo de ejecución de diez años.
La idea de construir un canal entre el océano Atlántico y el Pacífico a través de Nicaragua es antigua. Hace ya siglos que se realizaron estudios para unir los dos océanos aprovechando las condiciones favorables que ofrece este país centroamericano. Desde el Atlántico se puede remontar el río San Juan, navegable en todo su curso, hasta el lago Cocibolca o Lago Nicaragua, el segundo más grande de América Latina. Este lago está separado del Pacífico por una estrecha franja de tierra de 30 kilómetros de ancho conocida como el istmo de Rivas. La única infraestructura importante a construir sería precisamente el canal artificial entre el lago Cocibolca y el océano Pacífico.
Con la mira puesta en ese posible canal interoceánico Nicaragua sufrió la invasión de los filibusteros encabezados por el estadounidense William Walker, que llegó a autoerigirse en presidente, a mediados del siglo XIX. Eran los tiempos de la fiebre el oro en California y se buscaba reducir el tiempo de transporte entre las costas este y oeste de Estados Unidos y Nicaragua ofrecía la mejor posición.
Años después el proyecto de canal interoceánico se abandonó en Nicaragua y Panamá, entonces una provincia de Colombia, pasó a ser el objetivo. Finalmente el canal se construyó a través del istmo panameño, con una coste mucho mayor que el que hubiera tenido en Nicaragua.
Hoy la sensación es que el tráfico comercial por vía marítima ha alcanzado tal nivel que incluso sería factible la existencia de un segundo canal, el nicaragüense, que compitiera con el panameño. Las dudas sobre la viabilidad del proyecto en Nicaragua no tienen tanto que ver con su posterior explotación como con la ejecución de la obra y a quiénes beneficiaría.
El proyecto se ha adjudicado a un empresario nacido en Pekín y afincado en Hong Kong, Wang Jing, de 41 años, cuya experiencia en la construcción de infraestructuras es nula. Sorprende todavía más que se hayan constituido tres empresas para gestionar el proyecto, una con sede en Hong Kong, otra con sede en Nicaragua, y la tercera en las Islas Caimán, paraíso fiscal y lugar de opacidad financiera por excelencia.
Y no sorprende pero huele que apesta el hecho de que Wang Jing aterrizara en Nicaragua de la mano de Laureano Ortega, hijo del presidente, nombrado asesor gubernamental en temas de inversión. Hace ya muchos años que la familia Ortega, Daniel y su hermano Humberto, ex ministro de Defensa sandinista, los hijos, las esposas, los sobrinos, se han dedicado a desvalijar Nicaragua para su beneficio personal, emulando así a la dinastía Somoza a la que los sandinistas echaron del poder en una Revolución que costó decenas de miles de vidas. Los Ortega se parecen cada día más a los Somoza. Al menos la familia Somoza robaba en nombre propio, mientras que los Ortega se enriquecen en nombre del socialismo y el cristianismo de los que dicen ser seguidores.
Ahora, el proyecto de construcción del canal en Nicaragua apunta a que la familia Ortega se va a embolsar pingües beneficios aunque haya dudas razonables sobre el hecho de que esa infraestructura vaya finalmente a construirse. Todo parece indicar que en esta ocasión, siglo y medio después, los filibusteros no vienen de fuera, sino que se encuentran adentro.
fran.sevilla@rtve.es
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